Lecciones de teoría política II : la democracia de los atenienses entre la stásis y la diálysis
Synopsis
Tuvimos la ocasión de dar ya nuestros primeros rodeos en torno a la stásis (en realidad, como en las desgracias que ocurren en nuestras vidas, son ellas las que en realidad nos rodean y asedian), ahora tenemos la ocasión de estudiar la segunda cabeza de la bestia política: la tiranía, porque así nos lo manda el fin de la época arcaica en la Grecia antigua. ¿Qué tiene de malo un guía, un caudillo que sirva al pueblo, que tome sus banderas, sea su voz, sea su conductor y que le marque el camino hacia la paz y la prosperidad? A esos griegos no los entiende nadie: siglos quejándose de la opresión, la explotación y la dominación de una manotada de oligarcas y viene un caudillo, todo un señor caudillo que les arrebata el poder a esos pocos señores ricos y pone a sus gentes a trabajar en grandes obras públicas, a exportar a lejanos confines un cúmulo de productos mejorados, que se rodea de sabios, poetas y artistas de todo tipo, que establece fuertes y fructíferas relaciones con otros semejantes a él y, ¿se quejan? Adiós a las discordias, a los disturbios, a los levantamientos: él ha pacificado la región, ha estrangulado la stásis; se preocupa por nosotros y se ocupa de nosotros, para que nosotros nos ocupemos de nuestras cosas. ¿Qué tiene de malo todo esto? Sí ¿qué vieron de malo en esos buenos tiranos, los griegos? Se los aguantaron una, dos, pero no más de tres generaciones. Terminaron desterrándolos o asesinándolos, y todo eso ¿por qué y para qué? ¿Qué es lo que hace que un tirano sea tirano? Si un tirano es tirano no (solamente) por ser cruel, violento, sanguinario (ya que la violencia y la crueldad, desafortunadamente, no es propiedad privada de esta particular forma de gobernar); si hay tiranos buenos, emprendedores y cultos, ¿Qué los hace ser, pese a todo, tiranos?